4 de junio de 2009

Yo digo NO a la caza de ballenas... ¿y tú?

Por mucho tiempo las ballenas fueron cazadas con el fin de extraer su aceite y sus barbas para usarlas en la creación de productos como aceites para lámparas y transformadores eléctricos, y para hacer cepillos, paraguas y hasta incluso para hacer a los corséts para mujeres aún más rígidos. Luego, con el descubrimiento del petróleo, una fuente de aceite más barata, la caza terminó, pero el daño ya estaba hecho, más de dos millones de ballenas fueron matadas entre 1929 y 1979. Más recientemente, sin embargo, la caza revivió con la aparición de los barcos a motor con arpones explosivos. Y a pesar de haberse encontrado sustitutos para todos los productos de ballenas provenientes del petróleo y el plástico, hoy la carne de ballena se ha convertido en un plato exquisito en Japón.
Los balleneros supieron sacar provecho de los viajes migratorios que cada año realizan las ballenas con sus ballenatos, situación que puso en peligro de extinción a la ballena gris.
Al conocer la ruta que seguían estos animales, los balleneros se situaban a lo largo de las costas de Oregón y California para darles caza cuando estaban todavía en camino a la zona de reproducción y no habían perdido peso por los rigores del viaje. Obviamente, el resultado fue una marcada declinación en el número de animales: capturados antes del parto, morían sin dejar descendencia. Así llegó el momento, en 1940, en que se calculó que sólo quedaban unos 100 ejemplares en total.
Por este motivo en 1946 se creó la Comisión Ballenera Internacional entre 14 países que se dedicaban a la caza, originalmente creada tanto para proteger a las ballenas como para mantener regulada esta actividad, puesto que la misma industria tenía que imponerse restricciones para no quedarse sin recursos, debido a los agotamientos de los stocks de ballenas en todo el mundo.
Esta dualidad de propósitos trajo grandes problemas en el seno de la comisión y por treinta años los objetivos económicos estuvieron por encima de los conservacionistas, hasta que en 1975 se decidió fijar límites de captura para no agotar los stocks. Tanto la solicitud de las Naciones Unidas así como también la presión de las personas para proteger a las ballenas, logró que en 1982 la Comisión Ballenera Internacional (CBI) decretara una total moratoria a la caza de ballenas que se inició a partir de 1986 y fue fijada por cinco años; luego fue extendida hasta 1991. Esta prohibición fue una gran victoria para la conservación y sirvió, además, para llevar esta gran problemática ambiental a la conciencia pública.
Sin embargo, algunos países -como Japón, Noruega e Islandia- han explotado los vacíos legales de la moratoria con la intención de continuar cazando ballenas con fines comerciales. Puesto que, si bien es correcto en uno de los artículos se permite a los estados miembros cazar ballenas con fines científicos, este artículo no fija límites al número de ballenas a cazar. De esta manera, Japón aprovecha para cazar anualmente 440 ballenas minke en la Antártida, y 100 en el Pacífico Norte, no cabe dudas de que no es necesario matar mas de 540 ballenas (el 10 % de ellas están preñadas) con ningún fin científico. La carne de estas ballenas termina en el plato de lujosos restaurantes de Japón.
La cacería de Japón y Noruega es parte de un plan estratégico que promueve la reasunción de la caza ballenera a gran escala y sobre todas las especies. Ya que para Japón: "Las ballenas se comen todos los peces, y dejan sin recursos ícticos a los humanos", o, "Hay superpoblación de ballenas". Esta es parte de la excusa para tan reprochable actitud.
Lo cierto es que con la introducción de los barcos fábrica y las flotas con barcos nodriza en las aguas del Antártico, se redujo considerablemente la población de las grandes ballenas disminuyendo su biomasa de 33 millones de toneladas a 5 millones.
Muchas de estas ballenas que son cazadas están preñadas, es decir que son cazadas sin ningún control, y de esta manera limitan la reproducción y crecimiento de esta especie.
El Instituto de Conservación de Ballenas de Argentina, a través del desarrollo de técnicas de estudio no letales, expone su decepción por permitir la matanza de ballenas para su estudio. Los estudios no letales, a largo plazo, arrojan los mismos datos generales y a su vez permiten documentar las fluctuaciones del comportamiento social que ocurre dentro de una población. A través de la autorización de la cacería científica, en realidad lo que se permite es que con excusa las empresas balleneras provean de carne a los mercados consumidores. Se seguirán desarrollando nuevas técnicas benignas para demostrar que la cacería científica no es más necesaria y además va en contra de la conservación de las ballenas.
Otras organizaciones como Greenpeace ofrece la posibilidad de conocer más de cerca a las ballenas con sus viajes, en los que viajan de lado de las ballenas para recolectar información acerca de ellas, sin poner en peligro su vida y la permanencia de esta especie en su ecosistema.
Nuestro aporte sería (aparte de apoyar a las organizaciones como a las arriba mencionadas) revisar siempre las etiquetas de los productos que compramos y consumimos, y que evitemos adquirir aquellos productos que contienen algún ingrediente proveniente de las ballenas, seguro encontraremos un sustituto para este producto que no lo tenga. De esta manera dejarán de emplearse estos productos y estaremos haciendo algo por el bien de las ballenas.
Acá les dejo un video de National Geografic, en el cual muestran esta problemática y comentan las repercusiones de esta práctica sobre el equilibrio del ecosistema marino. Pueden visualizarlo también en youtube.

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